Duelo en el Louvre

Dos se disputan el protagonismo en el museo más importante del mundo, son dos igual de presumidas, igual de femeninas. Ambas sobrepasan el par de metros de altura y las dos son de mármol y están incompletas. Más aún son griegas y tienen casi la misma edad, 100 o 200 años antes del hijo de Dios con el que no comulgan.

La Afrodita hallada en la isla de Melos es más apocada. A pesar de nacer durante el período helenístico, su expresión es clásica, pobre, debido probablemente a que el artista se basó en un modelo de afrodita praxitélica (fuente de inspiración le llaman los más diplomáticos). El cuerpo es otra historia, aquí más helenístico y obsesionado con plasmar una anatomía histéricamente perfecta que no me hace con ello ver una diosa sino el cuerpo más humano de todos los cuerpos.

La Victoria es más grande y fuerte, más valiente o más violenta. Evoca todo un entorno marino, el vestido parece humedecido por el viento del mar y pegado a unas piernas fuertes. Niké (o Victoria) es una divinidad alegórica y tiene el cuerpo de tal.

No es justo contemplar a ninguna de las dos como un todo porque no lo son. No hay otra opción que disfrutar de los detalles que la componen. La Venus quizás sostuviera en una mano una manzana (Melos en griego) y también es probable que apoyara su brazo sobre una columna. La Nike de Samotracia posaba en su proa frente a la que podía haber un estanque de agua acompañado de cascadas que acentuaban el dinamismo de la obra.

Más que hablar de las dos figuras sólo quería decir que me gusta mucho más la Victoria de Samotracia. La Venus de Milo es una pija, la Victoria es mucho más interesante, es más atrevida, más misteriosa (ni siquiera sabemos si es guapa) y a la vez es más humilde pues se esconde en un sitio de paso, entre escaleras, poco iluminada. Por si fuera poco lo que más me gusta de ella son sus alas que ya las quisiera yo para mí.